La tribuna de Lolita
Lolita Sene habla sobre el vino de forma informal. Esta #Winelover nos entretiene con estos videos humorísticos en su blog "J'aime ton wine" .
"Oye, hay un tema que vale la pena comentar: el vino y el amor...", me dice un sumiller en medio de una cata. Pienso, preocupado, que el vino blanco Chevallier Pessac le ha roto el corazón. "No", continúa, "no vino y amor clásico. ¡Me refiero a gente que trabaja en la industria vinícola y es soltera! Eso es una auténtica tontería: ¿nos están vendiendo un sueño, acaso?"
Y no se equivoca. Nunca lo había pensado.
Enumeramos a las personas que conocemos cuya profesión está estrechamente relacionada con el vino. Sumilleres, comerciantes de vinos, enólogos, periodistas... y concluimos que las personas solteras estaban mucho más presentes que en otras especialidades. Entonces, ¿cuál es este misterio?
Somos amantes de la buena mesa y del buen vino, tanto de las delicias culinarias como de las de la carne. El jugo de uvas fermentadas nos cautiva, como un apasionado encuentro, y lo sabemos. Ese momento ardiente en el que nuestros ojos brillan en simbiosis porque tenemos ahí, en nuestra copa, una perla del terroir. Para exclamar "¡Qué bueno está! ¿Es italiano? ¡Me encanta!" y compartirlo, siempre. Nos esforzamos día y noche por encontrar la nueva botella que nos emocione, hasta el punto de comentarla. Porque hablamos mejor que nadie de los tremendos placeres que estas bebidas nos brindan. Buscamos estos momentos de convivencia, desde la diversión hasta la risa, donde el alcohol nos ayuda a enloquecer de alegría.
Y aun así, no podemos mantener una relación. ¿Es cierto? ¿Qué es esta tontería?
Deberíamos ser los primeros en ser servidos con amor, ya que probamos la bebida sagrada a diario. El vino es la maravilla que une, abre bocas y conecta corazones. Deberíamos amar y ser amados con tanta convicción, deseo y pasión como amamos la tierra, nuestras viñas, estas queridas botellas. Cuando alguien habla de vino, es tan irresistible, ¿cómo no dejarnos seducir?
Así que finalmente concluimos que tal vez todo este celibato se debía al vino. Porque nos hace hermosos, volátiles, y apreciamos los encuentros y a otras personas más de lo habitual. Se dice que el vino tiene virtudes polígamas, porque infunde un aire de libertad en cada sorbo.
Así que si la solución existe, quizá sea amarnos unos a otros como amantes del vino y escapar en la misma dirección cuando este viento de libertad atrape nuestros pies.