Jean-Michel Deluc toma la palabra
¿Son todos tan malos como pensamos?
Este mes, mis pensamientos se dirigen a las declaraciones que escucho a mi alrededor, tanto en las escuelas donde enseño, en Le Petit Ballon, como durante las catas.
¿Cuáles? Por ejemplo:
- ¡Los vinos de los comerciantes son basura!
- ¡Los vinos cooperativos son una basura!
- ¡Los vinos naturales son todos buenos!
- ¡Sólo lo orgánico es creíble!
¡La agricultura convencional ya no tiene cabida!
- ¡Sólo los vinos de propietarios o viticultores son buenos!
Como catador y sumiller, ¿debería sentirme atraído por este tipo de afirmaciones? Claro que no, porque puedo demostrar lo contrario en cada caso. Una añada de négociant puede ser excelente, una marca cooperativa puede sorprendernos gratamente, un enólogo puede ser malo, los vinos orgánicos y naturales son, sin duda, acordes con el sentido común, pero a veces me cuesta beberlos. Así pues, hoy nos enfrentamos a un nuevo estilo de consumidor: los lectores de etiquetas, que juzgan el vino antes de catarlo, o aquellos con anteojeras, que no quieren ver más allá de su nariz o su paladar. Las cosas han cambiado desde los años 50 y 60, cuando la agricultura convencional dominaba nuestro gusto. Hoy, comerciantes, cooperativas, cosechadores y ganaderos son tan capaces de decepcionarnos como de sorprendernos. Para Le Petit Ballon, solo cuenta la cata previa, y si el vino es excelente para nosotros, debería serlo igualmente para ti. No importa quién lo haya elaborado: un viticultor que trabaja con métodos orgánicos o un comerciante que ha sabido mezclar grandes vinos. El respeto por el terroir y la variedad de uva debe ser la clave. En cualquier caso, ese es mi leitmotiv. El dicho «In vino veritas» nunca ha estado tan cerca de la verdad.
Así que hay que probar antes de hablar, a riesgo de atragantarse (¡humor!).