Sí, el vino de Nueva York existe, pero no es algo soñado.
¿Sabías que Nueva York es la cuarta región productora de vino más grande de Estados Unidos, después de California?
Por supuesto, nos referimos al estado de Nueva York, no a la ciudad donde crecen más rascacielos que vides. Sin embargo, persiste un problema: los vinos neoyorquinos están teniendo dificultades para encontrar su lugar.
Cabe mencionar que en estas regiones se ha elaborado vino desde hace 300 años. Fueron los holandeses, pero sobre todo los hugonotes (¡quiquiriquí!), quienes aceleraron la producción de vino en esta región. Algunos viñedos aún se conservan, como la Bodega Brotherhood, una de las fincas más antiguas de la región. De hecho, fue una ley aprobada en 1976 la que cambió la situación: el estado de Nueva York finalmente autorizó la producción de vino, mientras que antes los productores se veían obligados a vender sus uvas a grandes grupos, produciendo vinos en cantidad (pero no en calidad).
Riesling y champán falso
Aquí, los terroirs se llaman Long Island, Hudson Valley o Flinger Lakes (cerca de las cataratas del Niágara), donde florecen variedades que prosperan en climas más templados, como el Pinot Noir y el Riesling. Long Island incluso ha sido apodado el Burdeos americano, porque, como suelen señalar los vinicultores locales, el terroir se encuentra en la misma latitud que el ilustre terroir francés (de hecho, más al sur). En este territorio, el Merlot es el rey, pero se plantan otras variedades de uva, como el Cabernet Sauvignon, el Cabernet Franc... e incluso variedades autóctonas como el Niágara o el Concord. Flinger Lakes, por su parte, es famoso por sus Rieslings, pero hasta hace unos años, la región producía un vino espumoso al que no dudaban en llamar "Champagne" (hum hum).
Desafortunadamente, aunque la calidad ya está bien establecida, los vinos neoyorquinos tienen dificultades para convencer en su propio mercado. Esto se debe a la feroz competencia de los vinos europeos, así como de los vinos de otros estados. "Ante la escasez de espacio en las estanterías, inevitablemente preferimos lo que mejor se vende", resume un comerciante de vinos del estado de Nueva York. Por lo tanto, son principalmente las personas de paso o del mercado europeo quienes se están lanzando a descubrir los vinos neoyorquinos.
Finalmente, cabe mencionar que en Estados Unidos se bebe menos vino que en Europa. Si bien el consumo de vino per cápita en Estados Unidos se ha duplicado en 40 años, alcanzando los 12,2 litros per cápita al año en 2020, aún estamos lejos del rendimiento nacional, donde el francés promedio consume 43 litros al año.
En resumen, ¡no hay razón para no dejarse tentar si alguna vez te encuentras con una botella fabricada en Nueva York!